Si pudiésemos sacarnos una fotografía de nuestra psique, desde la revolución industrial a la fecha, el ser humano viene priorizando y valorando cada vez más el hacer por sobre el ser y el estar, el razonar sobre el sentir y el producir por sobre el vincular. La denominada Sociedad del Rendimiento nos ha arrebatado de cuajo el presente y toda su bendición y felicidad. Nos tiene tan ocupados, tan apurados, tan absortos en nuestras preocupaciones, tan engañados en una felicidad que está más allá, que se nos pasa de largo la vida con toda su belleza y profundidad. Sin embargo, a este estilo de vida más propio de occidente, se le suma también nuestra propia construcción relacional donde el ego juega muy malas pasadas. Como sabemos, todos venimos a la vida con una percepción de plenitud y amor incondicional, pero más temprano que tarde, todos, sin excepción, experimentamos la llamada “herida madre” del desamor por la que empezamos a respirar y a caer en vicios como la culpa hacia lo que hicimos o dejamos de hacer en el pasado, o bien la ansiedad o la angustia con lo que podemos hacer o no en el futuro. Una vez más, nuestra mente se escapa de lo único real: el ahora con toda su amplitud de abismos y alturas que cada uno viene a experimentar.
La anestesia actual
A los dos fenómenos anteriores, no podemos dejar de sumar una suerte de dormición generalizada de la capacidad de sentir y conectarse con el presente y su complejidad. Para muchos la pandemia y todos los conflictos sociales, políticos, personales y medio ambientales, son tan agobiantes, que sin darse cuenta han bloqueado el canal emocional y se han anestesiado para no sufrir más. Como salida es efectiva en cuanto a que todo se percibe con muchísima menor intensidad. Las catástrofes, noticias, conflictos, desórdenes pasan como datos en un cerebro acostumbrado a procesar, pero el corazón se va aletargando, rigidizando y endureciendo su capacidad de amar la vida, a los demás y más se asemeja a un robot que a un ser espiritual. Anestesiarse frente a un dolor grande es un tremendo alivio de la ciencia, pero no podemos exagerar. Tal como dice Byung Chul Han en su libro ‘La sociedad paliativa’, es tal el temor al dolor y al sufrimiento, que nos hemos ido arrancando también la capacidad de ser humanos, de amar, de sentir y gustar. Hipotecamos el presente intenso, vivo, real, por una especie de matriz higiénica, indolora, una “vida piloto” para mostrar, pero que no sabe a nada.
Fuente: https://www.vidanuevadigital.com/blog/mindfulness-recargado-trinidad-ried/
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