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Aprender a meditar te dará calma y abrirá tu mente


Meditar no sólo aleja el estrés del día a día, también desarrolla la claridad mental y favorece la sensación de sentirse seguro y en armonía con la vida. Estas son las claves para disfrutar de la práctica.

La mayoría de maestros espirituales coinciden en que la lección más útil para sentirse en paz y plenitud es aprender a vivir en el aquí y ahora haciendo lo que cada uno considere más correcto en cada momento, sin preocuparse por el resultado.

Este es uno de los caminos que, sin duda, proporciona felicidad y bienestar, ¿pero cómo se consigue estar realmente presente, teniendo en cuenta que los miles de pensamientos que circulan a diario por nuestra mente suelen saltar constantemente del pasado al futuro y viceversa?

Tampoco parece una tarea fácil dejar de perseguir resultados: dedicamos buena parte de nuestra energía a cavilar estrategias para resolver conflictos y situaciones que quizá nunca se lleguen a dar. Pero es un hecho que bailar antes de que suene la música o jugar el partido antes de que empiece nos agota física y psíquicamente.

Para ganar serenidad y claridad hay que entrenar la mente y eso requiere aprender a observarla.

La meditación te guía en u viaje interior

La meditación, y en eso no solo coinciden los maestros espirituales sino también la ciencia moderna, es una buena herramienta para poner orden, reducir la actividad desmesurada de la mente y apaciguarla hasta poder llegar a conectar con esa sensación de paz y alegría que tan beneficiosa resulta para la salud.

Entre otras muchas virtudes,la meditación tiene el poder de sosegar la desagradable sensación de ansiedad y frustración que nos acompaña cuando perseguimos fuera lo que solo podemos encontrar en nuestro interior.

El vacío existencial no se llena con un nuevo coche, una casa más grande o cualquier otro logro material, ni tampoco con títulos y reconocimiento externo, sino aceptando la vida tal como es y engrandeciendo nuestra capacidad de amarnos a nosotros mismos y a los demás.

"La realidad primera –dice el escritor y maestro espiritual Eckhart Tolle– se encuentra en nuestro interior; la realidad segunda, en el exterior. Si lo de dentro está bien, lo de fuera encaja con suavidad".

La perspectiva de la meditación podría compararse a la de alguien sentado pacíficamente a la orilla de un lago.

Cuanto más serenas están las aguas (mente y respiración), más fácil es que el paisaje se refleje fielmente en ellas y que se perciba incluso el fondo del estanque.

Las claves de una práctica profunda

Hay muchas formas de meditar, pero quizá una de las más profundas es al mismo tiempo una de las más sencillas.

Esta forma de meditar consiste en:

  • Permitirse estar sin hacer nada.
  • Sentado con la espalda recta.
  • En el suelo o en una silla.
  • En silencio.
  • Prestando atención a la respiración y a lo que sentimos.
  • Sin forzar, juzgar, ni retener nada.

Dejando que los pensamientos y las emociones circulen libremente, como si fueran destellos sin importancia que aparecen en la pantalla de un ordenador o nubes que atraviesan el cielo.
"La esencia de la meditación –dice Pema Chödrön, una de las maestras reconocidas en esta disciplina– consiste en estar con nosotros mismos, pase lo que pase, sin poner etiquetas de bueno o malo, correcto o incorrecto ".

Así, conectados con nuestro interior, se inicia un viaje que nos ayuda a conocernos mejor y nos permite abrirnos a nuevas perspectivas que enriquecen nuestras relaciones, nuestro trabajo y, en definitiva, nuestra existencia.

Controla tu entorno y tu actitud

Las claves para practicar la meditación son establecer una rutina, un buen entorno y la actitud:

  • Establecer un horario de meditación: no importa tanto la hora elegida como establecer una rutina diaria, comprometerse y procurar mantenerla. Al principio meditar 10 minutos es ya un logro. En adelante se puede alargar ese periodo en función de lo que apetezca.
  • Buscar un espacio confortable: es aconsejable encontrar un lugar en casa donde podamos tener intimidad. Un rincón privado que invite a relajarse y que despierte en nosotros sensación de seguridad.
  • Encontrar la postura adecuada: hay taburetes y cojines de meditación que ayudan a mantener la espalda recta, pero si duelen las rodillas y estamos mejor en una silla normal no hay problema: lo más importante es la actitud.

No somos lo que pensamos 

Cuando uno descubre que no es lo que piensa y que, además, puede reeducar con cariño a su mente para que juegue a su favor en vez de en contra, se le abren infinidad de posibilidades.

"La mayoría de personas –afirma Eckhart Tolle– se pasan la vida aprisionadas en los confines de sus propios pensamientos. Apenas van más allá de un sentido de identidad estrecho y personalizado, fabricado por la mente y condicionado por el pasado. Pero en cada ser humano existe una dimensión de conciencia mucho más profunda que el pensamiento".

La meditación ayuda a bajar los niveles de ansiedad, a vernos claramente y descubrir los patrones habituales que nos limitan (no sirvo, no puedo, la culpa es mía, todo me sale mal…). Con la práctica se toma conciencia de esos pensamientos, creencias y emociones y es posible desactivarlos o trascenderlos.

"De esa forma –dice Pema Chödrön– adquirimos la habilidad de liberarnos cuando nos vemos a nosotros mismos atrapados en una situación, endurecidos ante determinadas circunstancias o personas, o cerrados a la vida".

Trátate con amabilidad y sin exigencias

Lo más habitual, cuando nos ponemos a meditar, es que surjan infinidad de pensamientos. Mantener la mente quieta parece una misión imposible. De momento, ser conscientes de que en nuestra cabeza hay mucho ruido ya es un primer paso. Es el principio del camino que nos llevará con el tiempo a estar más serenos y presentes.

La herramienta básica para lograrlo es volver siempre a la respiración. Cuando nos descubrimos, por ejemplo, distraídos con una tarea pendiente o con una conversación desagradable que hemos mantenido, volvemos con suavidad a nuestro objeto de meditación que es la respiración, así tantas veces como sea necesario.

La segunda herramienta es tratarse en todo momento con amabilidad, sin juzgarse ni desanimarse porque la mente vaya de un sitio a otro. La sabiduría, dicen, no se consigue con exigencias y reproches, sino con amor. La mente no es nuestra enemiga; al contrario, bien entrenada es una ayuda muy valiosa para vivir con más alegría y felicidad.

Cuando aprendemos a observar nuestra mente nos damos cuenta de que muchas actividades cotidianas las hacemos con el pensamiento puesto en otro lugar. El valor de la meditación es extender la atención plena a todo lo que hacemos, no solo a unos minutos de práctica diaria.

Nos sentimos realmente bien cuando, por ejemplo, nos duchamos con la mente sosegada, gozando de los detalles de la experiencia en vez de estar cavilando sobre próximas tareas. Se puede estar igualmente presente cuando lavamos los platos, nos cepillamos los dientes, salimos a pasear o arreglamos un armario.

Acepta lo que surja

Otra herramienta importante es mantener el temple cuando aparecen las emociones que no nos gustan, como el miedo, la culpa, la frustración, los celos o la ira. La primera reacción al sentirlas tal vez sea huir, pero, poco a poco, con la práctica, lograremos quedarnos quietos, observarlas y dejarlas ir.

"Para estar totalmente presentes, para experimentar la vida con completa plenitud –afirma Pema Chödrön– necesitamos reconocer y aceptar todas nuestras emociones, todas nuestras partes, incluidas las más embarazosas, sin etiquetarlas de buenas o malas".

Si las miramos de cara, aceptándolas, las emociones se desvanecen, pero si las reprimimos cogen fuerza y se hacen grandes. Experimentar la emoción, vivirla –no solo pensar en ella– sin que nos arrastre, sea la que sea, es liberador y permite atravesar las pequeñas o grandes crisis que inevitablemente depara la vida con una actitud más abierta y positiva. Este es, sin duda, uno de los grandes beneficios de meditar.

Rompe hábitos y abre tu mente

El lama Mingyur Rinpoche participó en una ocasión en un experimento dirigido por el neurocirujano Richard Davidson, en el que se conectó a varios meditadores experimentados a máquinas de escáner y de resonancia magnética para que los investigadores pudieran analizar qué estaba ocurriendo en sus mentes.

Los científicos descubrieron que cuando la mente funciona con el "piloto automático" y nos vemos arrastrados, perdidos en el pensamiento o intensificando nuestras emociones, todo ello se registra en el cerebro como profundos surcos. Podrían definirse como surcos de la costumbre y se van volviendo más hondos cada vez que hacemos lo mismo.

Esa es la explicación neurológica al hecho de por qué es tan difícil romper un hábito: porque seguimos haciendo el surco más profundo cada vez. Sin embargo, cuando meditamos y nos damos cuenta de que hemos estado pensando, divagando o de que nos hemos perdido en nuestros pensamientos, y volvemos al vacío de la respiración, este simple reconocimiento abre un nuevo camino neurológico.

Así conseguimos dejar atrás hábitos, ampliar la conciencia y vivir con más bienestar y armonía.

Las ventajas de la meditación en grupo 

Cuando varias personas se reúnen para meditar suele resultar más fácil adentrarse en la experiencia.

Sobre todo al inicio, contar con un instructor que guíe la meditación puede ser aconsejable porque facilita el aprendizaje y afianza en la práctica, aunque luego cada uno medite en solitario en casa.

Cuando un grupo de personas meditan juntas suelen registrarse variaciones bioquímicas y neurofisiológicas positivas similares, en un ambiente general de paz y empatía. Puede ser un estímulo más para convocar meditaciones públicas por la paz mundial o en defensa de causas solidarias.

Fuente: https://www.cuerpomente.com/nos-inspiran/aprender-a-meditar-para-calmar-mente_5287

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