¿Meditar te estresa? Meditar, mindfulness,
atención plena, yoga, son términos con los que ahora nos manejamos todos los
psicólogos y cualquier persona interesada en cuidarse, quererse y respetarse.
La meditación “mindfulness” o cualquier
tipo de meditación se han impuesto como estandarte de la serenidad, de la vida
“slow”, del manejo eficaz de las emociones. Incluso son muchos los libros y los
artículos con rigor que reconocen ya de manera científica las bondades de la
meditación. Mejora nuestras funciones cognitivas, nos permite vivir con más
conciencia y plenitud, nos enseña a tomar distancia con nuestros pensamientos y
emociones cuando estos nos atormentan, produce cambios estructurales en el
cerebro, reduce la activación de la amígdala, nos ayuda a ser más
autocompasivos, generosos con nosotros y con los demás, en definitiva, a
regular nuestra manera de relacionarnos con nosotros mismos y con el entorno.
Pero, ¡tachán!, no es oro todo lo que
reluce. Muchas son las personas que dicen sentirse incómodas y estresadas
cuando meditan. Al contrario de lo que predica la filosofía que subyace a la
meditación, como es la empatía y comprensión, los instructores en meditación
suelen achacar este estrés a la exigencia que uno mismo se pone por hacerlo
“bien” o la “falta de entrenamiento”.
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