¿Quién no conoce el mindfulness, aunque sea de oídas? Llegó a Occidente en los años 60, de la mano del médico Jon Kabat-Zinn, estudioso de la meditación budista practicada en la India. Aunque su esencia no sea novedosa, su aplicación como técnica de reducción del estrés, siendo este el gran mal de nuestros días, nos ayuda a sobrellevar los efectos secundarios de la aparición de internet y su oferta de distracción masiva.
Estos conocimientos iniciales han sido claves para el desarrollo del mindfulness y su uso en todas las áreas de nuestra vida, incluida la sexualidad. Así nace el mindfulsex, término que hace alusión a una sexualidad consciente. Una forma de vivir que nos reencuentra con nuestra sexualidad, siendo esta inherente al ser humano desde que nacemos hasta que morimos. Pero que se encuentra en amenaza constante desde que un móvil nos acompaña 24/7.
EL PELIGRO DE LA TECNOLOGÍA
La sexualidad basada en la atención plena es clave para la salud sexual a todos los niveles: biológico, psicológico y social. Al igual que la toma de consciencia, que conlleva el conocimiento de uno mismo, de tus actos y reflexiones; además de la capacidad de reconocer tu realidad circundante y relacionarte con ella. No hay que confundir este concepto con la toma de conciencia, sin la "s", que haría referencia al sentido moral o ético, el conocimiento del bien y el mal y los juicios realizados al respecto, especialmente los propios.
Como armamento de distracción masiva se entiende cualquier dispositivo que ponga el mundo al alcance de nuestra mano en segundos. Desde el smartphone, tableta u ordenador, a las conocidas plataformas de entretenimiento en streaming para ver películas y series, pasando por las redes sociales, indispensables para la mayoría de la población.
Si miras más a las pantallas que a los ojos de tu pareja o tu familia, es que lo han conseguido. Son aliadas de la procrastinación y te despistan de las relaciones, desconectándote de ti mismo.
PÉRDIDA DE LA INTIMIDAD
Internet ofrece muchas cosas positivas, por supuesto, pero también deshumaniza si no marcas límites, activas la mirada crítica ni dispones de herramientas para compensar sus efectos nocivos.
Mientras se enriquecen y adquieren más poder aquellos que te hacen creer que te facilitan la existencia, tú inviertes tiempo y pierdes dinero, pues no lo dedicas a nada productivo siendo espectador. Además, te aleja de tu vida real, que seguro agradeces a veces pues reduce tus niveles de ansiedad, al menos a corto plazo, generando un alivio o refuerzo negativo, que te invita a recurrir de nuevo cuando la vida te supera.
Te distrae, pero también te abstrae, aliena y enajena, perdiendo el control sobre ti mismo. Y sin darte apenas cuenta, pierdes todo lo demás, muy poco a poco. La alienación es un estado mental que se caracteriza por la pérdida del sentimiento de la propia identidad, la autoconsciencia y la capacidad para reconocerte en el mundo.
Fuente: https://www.elmundo.es/vida-sana/sexo/2022/08/27/6308a3d2e4d4d849578b45c6.html
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