La meditación puede resultar una excelente
herramienta para ayudarnos a superar la ansiedad y el estrés que nos
provocan nuestros estudios o trabajo.
Vivimos en un mundo acelerado, donde las prisas, el estrés y la
necesidad de hacer diferentes tareas al mismo tiempo están a la orden
del día. Sin embargo, necesitamos calma y concentración para dar lo mejor de nosotros mismos en entornos laborales y en materia de estudios.
La meditación puede ayudarnos a superar la ansiedad y recuperar la calma, con el fin de ser más productivos y efectivos en nuestras tareas. Además, tiene otras ventajas, como el refuerzo de nuestro sistema inmunológico, la mejora nuestra capacidad de atención y el desarrollo de la memoria, además de ayudarnos a autoconocernos mejor y a tener pensamientos positivos.
Para proceder a la meditación debemos sentarnos o tumbarnos en silencio y en una postura cómoda, en un ambiente tranquilo y sosegado. Puede ayudarnos un elemento de meditación como puede ser el tic-tac de un reloj, real o imaginario.
Cerramos los ojos y comenzamos a relajar nuestros músculos, desde los pies hacia el rostro, a la vez que vamos respirando. Tomamos aire por la nariz, tomamos conciencia de la respiración, y exhalamos por la boca, y así durante unos 10 o 20 minutos.
Una vez estemos respirando regularmente, cuando se nos cruce un pensamiento o una emoción la identificaremos y la dejaremos marchar sin sentirnos culpables. Notaremos que nuestro cuerpo entra en un estado de relajación, que es el paso previo a relajar nuestra mente.
Al terminar, no debemos levantarnos inmediatamente. Lo mejor es seguir sentado o tumbado en silencio durante unos minutos, primero con los ojos cerrados y luego con los ojos abiertos. Durante este tiempo nuestra mente estará más clara y tranquila, lo que nos permitirá reflexionar sobre el origen de nuestro estrés y buscar soluciones para hacerlo frente. El estado de relajación también nos ayudará a detectar emociones negativas, como el miedo, la inseguridad, la tristeza, el enfado o la insatisfacción, lo que se considera el primer paso para cambiar esas sensaciones por otras más positivas, como la confianza, el valor o la alegría.
Existen diferentes tipos de meditación y en función del objetivo que queramos alcanzar así podemos utilizar una u otra técnica. La meditación vipassana es una de las más populares, y tiene que ver con la práctica del mindfulness. Consiste en tener plena conciencia de tu respiración. Pero también hay meditaciones basadas en la repetición de mastras o mudras -gestos realizados con las manos con significados espirituales-, o meditaciones zen, en las que la atención se dirige al diafragma.
Además de la meditación existen otras técnicas que nos ayudan a enfrentar el día con calma y sosiego. Un buen desayuno con alimentos saludables, y disfrutado sin prisas, ayuda a nuestro cerebro a enfrentarse a la gran actividad que va a tener que desarrollar a lo largo del día.
Cuando nos veamos sobrecargados podemos realizar tres respiraciones profundas para oxigenar nuestro cuerpo. Además, levantarse, abrir la ventana y respirar, o charlar con compañeros puede reactivar nuestro tono vital. El objetivo final es equilibrar cuerpo, mente y entorno, pero no hay que desesperarse si con nuestras primeras meditaciones no llegan los resultados deseados. Como en cualquier cosa que requiera un periodo de adaptación y aprendizaje, todo es cuestión de práctica.
La meditación puede ayudarnos a superar la ansiedad y recuperar la calma, con el fin de ser más productivos y efectivos en nuestras tareas. Además, tiene otras ventajas, como el refuerzo de nuestro sistema inmunológico, la mejora nuestra capacidad de atención y el desarrollo de la memoria, además de ayudarnos a autoconocernos mejor y a tener pensamientos positivos.
Para proceder a la meditación debemos sentarnos o tumbarnos en silencio y en una postura cómoda, en un ambiente tranquilo y sosegado. Puede ayudarnos un elemento de meditación como puede ser el tic-tac de un reloj, real o imaginario.
Cerramos los ojos y comenzamos a relajar nuestros músculos, desde los pies hacia el rostro, a la vez que vamos respirando. Tomamos aire por la nariz, tomamos conciencia de la respiración, y exhalamos por la boca, y así durante unos 10 o 20 minutos.
Una vez estemos respirando regularmente, cuando se nos cruce un pensamiento o una emoción la identificaremos y la dejaremos marchar sin sentirnos culpables. Notaremos que nuestro cuerpo entra en un estado de relajación, que es el paso previo a relajar nuestra mente.
Al terminar, no debemos levantarnos inmediatamente. Lo mejor es seguir sentado o tumbado en silencio durante unos minutos, primero con los ojos cerrados y luego con los ojos abiertos. Durante este tiempo nuestra mente estará más clara y tranquila, lo que nos permitirá reflexionar sobre el origen de nuestro estrés y buscar soluciones para hacerlo frente. El estado de relajación también nos ayudará a detectar emociones negativas, como el miedo, la inseguridad, la tristeza, el enfado o la insatisfacción, lo que se considera el primer paso para cambiar esas sensaciones por otras más positivas, como la confianza, el valor o la alegría.
Existen diferentes tipos de meditación y en función del objetivo que queramos alcanzar así podemos utilizar una u otra técnica. La meditación vipassana es una de las más populares, y tiene que ver con la práctica del mindfulness. Consiste en tener plena conciencia de tu respiración. Pero también hay meditaciones basadas en la repetición de mastras o mudras -gestos realizados con las manos con significados espirituales-, o meditaciones zen, en las que la atención se dirige al diafragma.
Además de la meditación existen otras técnicas que nos ayudan a enfrentar el día con calma y sosiego. Un buen desayuno con alimentos saludables, y disfrutado sin prisas, ayuda a nuestro cerebro a enfrentarse a la gran actividad que va a tener que desarrollar a lo largo del día.
Cuando nos veamos sobrecargados podemos realizar tres respiraciones profundas para oxigenar nuestro cuerpo. Además, levantarse, abrir la ventana y respirar, o charlar con compañeros puede reactivar nuestro tono vital. El objetivo final es equilibrar cuerpo, mente y entorno, pero no hay que desesperarse si con nuestras primeras meditaciones no llegan los resultados deseados. Como en cualquier cosa que requiera un periodo de adaptación y aprendizaje, todo es cuestión de práctica.
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