No temamos el enfado, es adaptativo y
necesario y si se aprende a gestionar desde edades tempranas, los niños
sabrán expresarlo y controlarlo de forma adecuada, entendiendo sus
emociones y las ajenas.
¿Cómo aparece el enfado en el niño?
El enfado surge cuando la emoción del niño es muy intensa y sin querer queda atrapado en ella,
sin saber qué hacer, sintiendo como disminuye su atención y su
capacidad de resolver la situación. Aunque en ese proceso pueda darse
cuenta de que quizá esté equivocado, no sabe salir de su estado.
En la infancia, al igual que en la adolescencia,
las emociones se viven muy intensamente, por ello es imprescindible
aprender las estrategias adecuadas para poder gestionarlas de forma
saludable.
¿Qué es Mindfulness?
Mindfulness es prestar atención de manera consciente a lo que sucede en tu presente.
Es querer comprender lo que ocurre, desde una actitud abierta y amable,
sin juzgar las emociones o los pensamientos que puedan aparecer en ese
momento.
Al darte cuenta de lo que está
ocurriendo en el ahora, no te pierdes una sonrisa, un gesto, una
conversación, una emoción, un momento único que sólo puede darse en ese
instante.
Veamos un ejemplo: cuando disfrutamos
conscientemente de una comida familiar, somos capaces de vivir cada
momento de la misma, porque estamos usando nuestros cinco sentidos en
ese preciso instante, sin dejar que nuestra atención esté en ninguna
otra parte.
“Los niños, de forma natural, poseen una gran capacidad de Mindfulness,
son maestros en la materia de estar conscientemente presentes en el
momento que viven. Más adelante, si esto no lo reforzamos, puede
perderse ya que se harán mayores y aprenderán a anticipar cosas y a
volver al pasado” (Snel, 2013).
Cinco pasos para resolver el enfado
1. Necesita de los adultos
El niño necesita de los adultos para
poder reforzar su predisposición Mindfulness y aprender a como está, le
ayudará a comprender y canalizar sus emociones. Precisa de nosotros algo
fundamental, que estemos presentes y calmados cuando él está enfadado.
El niño aprenderá que somos receptivos a
su emoción y que podemos ayudarle a tranquilizarse ya que nosotros
estamos tranquilos. Parece una actitud sencilla, pero se vuelve
complicada cuando vivimos un momento de tensión.
“No te preocupes si tu hijo no te escucha, te observa todo el tiempo” (Teresa de Calcuta).
2. Su lugar de tranquilidad
Cuando un niño se muestra enfadado, esa emoción suele dominar su mente
y pensar con claridad se vuelve una tarea muy complicada y difícil para
él. Es habitual, que les traslademos, en ese momento, expresiones como:
“Tranquilízate, habla más despacio, no te entiendo”, “si no te calmas,
vas a estar castigado” o “hasta que no te tranquilices, no voy a hacerte
caso”, para intentar manejar su enfado.
Puede que a corto plazo esto sea eficaz, pero no le estamos ayudando a que entienda qué le sucede y qué puede hacer. Dejará de estar enfado pero solo por el miedo al castigo o la retirada de atención, no porque haya aprendido a gestionarlo.
Por todo ello, una alternativa que puede ayudarle a calmarse, es crear un espacio emocional donde pueda buscar esa tranquilidad perdida, enseñándole un lugar donde se sienta seguro y a salvo.
Una vez allí, estará preparado para
iniciar un viaje que más adelante le descubriremos y que le llevara a
conseguir calmar sus emociones, reconociéndolas, aceptándolas y regulándolas.
Este lugar fomentará su autoconocimiento, la resolución de sus
conflictos y posibilitará el entendimiento entre los miembros de la
familia.
Es aconsejable que le animemos a crear
ese espacio juntos y de esa forma poder explicarle, que a todos nos
resulta muy difícil cuando sentimos una emoción muy fuerte, parar,
pensar y resolver, pero que existe un lugar al que podemos acudir cuando
esto ocurre.
¿Cómo hacerlo?
Primero: debemos elegir un lugar físico en la casa, inicialmente alejado de distracciones y que le guste.
Segundo: a este lugar,
es muy importante que le ponga un nombre con el que se sienta
identificado y que pensemos qué cosas debería de tener ese lugar, para
que al verlas le ayuden a calmarse (algún muñeco, libros, objetos
musicales…) y las dejaremos allí.
Tercero: puede
decorarlo, con dibujos o frases que le ayuden a estar tranquilo. Una vez
creado, éste nos esperará hasta que necesitemos ir.
Es fundamental que las primeras veces en
las que aparece su enfado, le acompañemos allí y permanezcamos con él.
Puede ocurrir que no quiera ir, si así fuera, podemos ir cuando esté más
tranquilo y hablar allí de lo sucedido. Posteriormente, cuando tenga
instaurado el hábito irá solo a ese lugar, cuando necesite calmarse y/o
hablar, será su refugio personal.
Por ello no ha de ser usado como un castigo, ni obligar al niño a que vaya a él, debe ser atractivo y resolutivo a sus ojos , aunque quizá esto pueda llevarle un tiempo.
3. ¿Viajamos a Aquilandia?
Una vez que estemos junto a él en su
lugar de calma, estaremos preparados para hacer un viaje, una travesía,
que como antes os adelanté, enseñará al niño las herramientas necesarias para el aprendizaje de Mindfulness.
Viajaremos a Aquilandia, al país del
AQUI, y llegaremos a través de cuatro trucos, estos dan nombre a las
cuatro primeras letras de la palabra Aquilandia, hoy abordaremos uno de
ellos, la letra A. Este truco es adecuado para manejar situaciones de enfado y para niños a partir de 5 años.
Para favorecer el aprendizaje del truco
por parte del niño, debemos asociarlo a un animal, este animal será el
Cocodrilo Vinilo. De esta forma, cuando el niño haya aprendido la
técnica, con solo mencionarle: “Usemos el truco del Cocodrilo Vinilo,
parece que necesitamos relajarnos un poco”, sabrá que hacer.
4. El truco de la respiración
Pasos para su aprendizaje:
- Una vez que estemos en su refugio, le diremos que es momento de viajar a Aquilandia.
- Con ayuda de los objetos que ha dejado allí, empezará a estar más tranquilo y le animaremos a que se siente, eligiendo una postura cómoda y que cierre los ojos llevando sus manos al ombligo.
- Le contaremos, que los cocodrilos tienen un truco cuando se sienten un poco nerviosos, enfadados o cuando no pueden controlar lo que les pasa, ya que no siempre están tranquilos y necesitan estar quietos para poder prestar atención a todo lo que sucede y reaccionar de la forma más adecuada. Para ello suelen utilizar la respiración y su truco se llama ATENCIÓN, primera letra de la palabra Aquilandia (A).
- Continuaremos diciéndole que centre la atención en su respiración, tal y como está en ese momento, lo que importa es que preste atención a lo que siente, sin analizarlo, ni hacer nada más que respirar, notando como entra y sale el aire por su nariz (Kaiser, 2013). No os preocupéis, si no se siente muy cómodo las primeras veces que presta atención a su respiración o que aparezcan pensamientos que le descentren, es absolutamente normal, todo aprendizaje necesita su tiempo y cada niño su ritmo.
- Cuando esté más tranquilo, podéis hablar de lo sucedido y de su enfado, preguntándole acerca de cómo se ha sentido y cómo se siente ahora, buscando con él soluciones a la situación.
5. Fomentar la práctica
Es esencial explicar al niño la
importancia de su respiración, decirle que si presta atención a ella,
puede notar cómo es, puede sentir cómo cambia dependiendo de cómo se
encuentre, donde habrá veces que la perciba más lenta, otras veces más
rápida, o quizás más profunda.
Que con la práctica de observar su
respiración, es decir el truco del Cocodrilo Vinilo, comenzará a sentir
su cuerpo y su mente de forma diferente, favorecerá su concentración y su relajación,
siendo estos aspectos fundamentales que le ayudarán a gestionar sus
emociones, ya que podrá reconocerlas, expresarlas y calmarlas.
Pero a veces puede ocurrir que no
consiga concentrarse en la respiración, y por ello, su cuerpo y su
mente, no se relajan sino que siguen agitados e inquietos. Esto es
normal que suceda, no debéis preocuparos. “Lo que el niño puede hacer,
es volver a prestar atención a su respiración y tendrá un momento
plenamente consciente” (Kaiser, 2013).
Os animo a que viajéis a Aquilandia y
practiquéis el truco del Cocodrilo Vinilo, no solo ante una emoción de
enfado, sino como una actividad frecuente, ya que su práctica continuada favorecerá que sea más efectiva ante un momento de tensión.
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