Este método consiste en fijar la atención en la respiración
y en las emociones para alcanzar un estado de relajación y autocontrol. Esta
práctica, que debe ser asumida como un hábito, está cada vez más extendida y
aporta beneficios en el plano físico y psíquico.
Por Gema Suárez
Mellado
Según este experto, el mindfulness es una práctica mente-cuerpo,
que aporta beneficios a nivel fisiológico y cognitivo. “Esta práctica restaura
el equilibrio nervioso y crea un estado de coherencia cruzada entre el cerebro
y el corazón. Esto propicia que los órganos puedan dedicar tiempo y energía a
procesos como la digestión, la autocuración y la regeneración celular, mientras
que el cerebro, al no sentirse amenazado, estresado y ansioso, libera una
amplia gama de recursos cognitivos, tales como la planificación cognitiva
compleja, la resolución de problemas y la toma de decisiones, utilizando la
corteza prefrontal, nuestra evolución cerebral más reciente. Además, el
mindfulness reduce los procesos de inflamación, precursora de multitud de
enfermedades”.
Diversas técnicas
Hay diversas técnicas que pueden emplearse en una sesión de
mindfulness y que se fundamentan en ejercicios de meditación, aporta Amparo
Pérez Das, secretaria adjunta de la Asociación Española de Mindfulness y
Compasión. Así, menciona tres técnicas: la meditación focal o basada en
anclajes, en la que “la atención se centra en un evento que sucede en el
presente (nuestras sensaciones físicas –respiración y todo lo que percibimos
con los sentidos– y los contenidos de la propia mente); la conciencia sin
elección o campo abierto, “que se basa en observar todos los contenidos
mentales sin focalizarlo en uno concreto, con la pretensión de no reaccionar
ante ellos y no intervenir para aprender a no ser tan reactivos y modular las
respuestas ante los estímulos y situaciones”, y la última es el desarrollo de
prácticas generativas, que consiste en activar determinados estados mentales
como la bondad, la alegría, la compasión y la ecuanimidad”.
Sobre la respiración, Benito especifica que es fundamental
“hacerlo pausadamente, poniendo toda la atención en el aire fresco que entra y
el cálido que sale”. Y añade:“Solemos respirar a un ritmo medio de doce ciclos
por minuto y esta respiración acelerada es una clara señal de amenaza para el
sistema nervioso. Reducir este ritmo respiratorio a cinco ciclos por minuto propicia
que el sistema nervioso regrese a la parasimpatía, así que este primer paso es
fundamental”.
Tiempo mínimo recomendado
El cofunador de Mindful Science comenta que con sólo “tres
minutos de práctica, el cuerpo ya activa la parasimpatía, pero se recomienda un
mínimo de diez”. No obstante, destaca que no importa tanto la duración de la
sesión como la continuidad. “Los ensayos clínicos apuntan a que ocho semanas es
el tiempo ideal para conseguir los beneficios; ahora bien, si dejamos de
practicar, volvemos a donde estábamos”. Tanto Pérez Das como Benito coinciden
en señalar que el mindfulness es un estilo de vida y hay que enfocarlo como un
hábito. Asimismo, Pérez Das advierte de que no se puede recurrir a esta
práctica como “la solución a un problema puntual sino que es una filosofía de
vida y un entrenamiento de fondo de la mente”. También subraya que no se se
puede calificar “como terapia, aunque tenga efectos terapéuticos y no sustituye
a ningún tratamiento médico, psiquiátrico o psicológico, por ello no se puede
vender como una solución milagrosa”.
Ambos expertos defienden que existen muchos estudios que
avalan la eficacia del mindfulness y mencionan referentes internacionales como
Herbert Benson, fundador del Benson-Henry Institute for Mind-Body Medicine,
adherido al Hospital General de Massachussets, y Sara Lazar y David Creswell,
de la Universidad Carnegie Mellon, en Pensilvania”. Asimismo, Benito adelanta
que desde su centro están desarrollando una tecnología de biofeedback que
codifica y analiza diversas señales fisiológicas derivadas de la práctica de
mindfulness.
Publicado en:
https://www.correofarmaceutico.com
Comentarios
Publicar un comentario