El ejercicio físico suave y consciente es la mejor inversión que podemos hacer para conservar las funciones del cerebro a pesar de los años.
No hay duda de que el envejecimiento es el principal factor de riesgo del deterioro cognitivo y del alzhéimer.
Pero, ¿a partir de cuándo deberíamos estar preocupados y ocuparnos de la salud del cerebro?
Los datos revelan que se trata de una tarea a emprender desde edades
tempranas, porque el deterioro de algunos tipos de memoria y las
pérdidas de materia blanca y gris comienzan a detectarse a partir de los
30-40 años.
Numerosos trabajos científicos proponen estrategias a nuestro alcance
para desafiar al envejecimiento. Esto es posible porque el cerebro
tiene la capacidad de remodelarse estructural y funcionalmente durante
toda la vida en respuesta al entorno y a la experiencia.
El tiempo invertido en realizar ejercicio en la juventud da sus frutos en forma de una mejor reserva cognitiva cuando envejecemos.
Efectos positivos del ejercicio físico para el cerebro
Las investigaciones pioneras de los doctores Waneen
Wyrick Spirduso y Phillip Clifford demostraron, hace ya 40 años, que
personas de entre 60 y 70 años que habían hecho ejercicio aeróbico
durante los 20 años anteriores superaban en pruebas de velocidad y
respuesta mental a personas sedentarias de la misma edad.
Y su rendimiento mental era incluso equiparable al de jóvenes sedentarios de un promedio de 22 años.
El ejercicio aeróbico moderado –como correr, jugar
al tenis o nadar– protege el cerebro al aumentar la irrigación
sanguínea, el número de conexiones sinápticas, la supervivencia
neuronal, los niveles de factores neuroprotectores y el desarrollo de
nuevas neuronas, según han demostrado investigaciones recientes
realizadas en modelos animales.
La práctica regular de ejercicio podría, incluso, reducir significativamente el riesgo de padecer enfermedades neurodegenerativas
como el alzhéimer y el párkinson. Gran cantidad de datos respaldan
estas observaciones, por ejemplo, una revisión de estudios publicados
entre 1990 y 2007.
El profesor Kung-Yee Liang y sus colaboradores, de la Universidad de Washington, demostraron que la práctica de ejercicio
durante 10 años en personas sanas de entre 55 y 88 años se asocia a la
disminución de marcadores biológicos de la enfermedad de alzhéimer que
pueden aparecer antes que los síntomas de la enfermedad.
Investigadores del Sunnybrook Health Sciences Centre de Toronto
confirmaron que el ejercicio físico practicado a partir de cualquier
edad, pero sobre todo desde la adolescencia, se asocia a una menor
probabilidad de deterioro cognitivo en la vejez.
Taichí y yoga, buenos neuroprotectores
El taichí, el yoga y otras actividades no aeróbicas también resultan beneficiosos para el cerebro.
El tai chi chuan, que conjuga movimiento y conciencia, relajación y concentración, parece ser un cóctel perfecto para mejorar las funciones del cerebro.
Datos recientes, publicados en Frontiers in Aging Neuroscience, sugieren que la práctica de taichí durante
más de 10 años da lugar a cambios neuroplásticos en el cerebro adulto
relacionados con una mayor capacidad de integración funcional en zonas
sensoriales y motoras y un mejor rendimiento en pruebas cognitivas de
capacidad de atención.
El yoga también es capaz de producir cambios
estructurales en el cerebro. Haberlo practicado durante 6-11 años se ha
asociado a aumentos en la materia gris, en particular en una región de
la corteza cerebral llamada ínsula, implicada en la percepción del
dolor, la producción del habla y el procesamiento de las emociones
sociales.
Otro estudio examinó los efectos de un programa de yoga
de 6 meses para personas de entre 69 y 81 años. Mediante la resonancia
magnética, observaron que el yoga provocaba un aumento del volumen del
hipocampo, clave para la memoria y que sufre atrofia progresiva en el
alzhéimer.
La OMS recomienda, por estas y muchas otras
evidencias, mantener un estilo de vida lo más activo posible. Esto
implica, al menos, unas dos horas y media semanales de actividad física
moderada o una hora y cuarto de ejercicio intenso. Cuando el estado
físico no permite la práctica de deporte, caminar 150 minutos semanales
es una buena alternativa para todos.
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