Irene Villa
Por salud mental es prioritaria la práctica, cada vez más extendida, llamada Mindfulness. Es sencillo: tener la mente presente a la vez que tenemos nuestro cuerpo presente. Parece una perogrullada pero ¿cuántas veces nos descubrimos pensando en lo que no queremos pensar o secuestrados emocionalmente por una angustia, un miedo, una preocupación
El trabajo de estar alerta ha de ser consciente. Además de superar el malestar y mantener a raya el estrés, la atención plena nos protege de enfermedades mentales. ¿Cómo? Pues con ese trabajo voluntario, ya que estamos creando cambios en nuestro cerebro.
Un estudio de la Universidad de Oregón confirmó que al practicar 'Mindfulness' se crea un crecimiento del tejido graso que protege nuestro cerebro de enfermedades mentales y que aumentan las conexiones neuronales. Esto es lo que llamamos neuroplasticidad neuronal, que consigue que personas que han sufrido por ejemplo un ictus se recuperen incluso al cien por cien.
Esta práctica, tan valorada sobre todo en trabajos de máxima tensión y presión psicológica, ha conseguido beneficios incluso en trastornos como el obsesivo-compulsivo, porque ayuda a que se creen nuevas redes neuronales.
El control mental y calma emocional que consigue el Mindfulness mejora la calidad del sueño, el equilibrio y nuestra calidad de vida en general. Por ello es tan recomendado cuando existen problemas cardiacos o de hipertensión.
Ofrece otros muchos beneficios relacionados con nuestra inteligencia: aumenta la creatividad y la capacidad de ver más soluciones ante nuevas encrucijadas, sientes mayor libertad porque eres consciente de otras posibilidades de elección... La atención plena mejora también el estado anímico, la concentración y la memoria... Del mismo modo en que entrenamos nuestro cuerpo, los ejercicios para conseguir la atención plena son beneficiosos, es la gimnasia de la mente.
Y lo mejor: promueve la aceptación, la comprensión y la compasión. Todo se vuelve claro y sereno. ¡Una auténtica transformación!
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